Por Roberto Cota Briceño
Este fin de semana se ha estrenado en Netflix en todo el mundo Frankenstein, de Guillermo del Toro, después de haberse estrenado en algunos cines del país y de que tanto el mismo del Toro, Oscar Isaac y Jacob Elordi, los protagonistas de la cinta, hayan estado haciendo el tour de medios levantando la expectativa sobre el filme y hay que decirlo: Guillermo del Toro lo hace de nuevo, pero no solamente eso, lo hace mejor.
Antes de continuar hay que recordarle a los lectores que éste review contiene spoilers.
La película se basa obviamente en el clásico de Mary Shelley, añadiendo algunos sutiles cambios a la historia, como una participación más activa del hermano del protagonista, William Frankenstein, quien en la historia original no tiene tanta relevancia como acá.
Las actuaciones tanto de Oscar Isaac como de Jacob Elordi son magistrales, podemos decir que realmente Isaac ha dado el “do de pecho” en su carrera actoral, se le nota como un actor completo, comprometido con el papel, logrando que realmente pasemos por diferentes fases con su personaje a lo largo de la historia, desde la empatía, hasta el desprecio y finalmente el perdón.
Jacob Elordi realmente logra convertir al monstruo en algo sublime, desde los movimientos, la entonación de su voz, pasando por la angustia de descubrir que no es como las demás personas del mundo y que incluso la muerte le ha sido negada, pues aunque aparentemente muere al menos tres veces en la cinta, siempre regresa para seguir buscando su sentido en la vida y de paso atormentar a su creador.
Pero no es solamente las actuaciones, que se nota obviamente la mano del cineasta mexicano en ello, pues lograron desarrollar no solamente metas en común con la película, sino que del Toro logra que la película “hable” con los colores, con los movimientos de cámara y hasta con la música. Como siempre, el diseño de vestuario y los escenarios son impresionantes, sabemos que del Toro ha mostrado muchas veces su descontento sobre el uso de la IA para hacer cine, pero acá va más adelante, pues limita al mínimo las pantallas verdes y realza el uso de dobles de riesgo e incluso Jacob Elordi ha dicho que hubo ocasiones que pasó más de 10 horas en maquillaje para que pudieran poner todos los prostéticos en su cuerpo, pues nada ha sido hecho con efectos de computadora.
La historia nos atrapa, nos hace empatizar con un Víctor Frankenstein que busca su propósito en la vida, pero nos hace despreciarlo cuando rechaza a su propio hijo, a su creación y cuando eso mismo lo lleva a afectar al resto de su familia y sumirlo en la locura. Dejándonos claro que el monstruo no era la criatura que creó, sino él mismo.
